Portadas de las obras que componen la trilogía

Hoy vamos a hablar de la trilogía del gran Antonio Altarriba y dibujada magistralmente por Keko. En ella, los creadores nos plantean una interesante introducción al oscuro mundo de aquello que nos hace humanos. En este sentido podría parecer que estos trabajos tienen influencia de Schopenhauer y de su visión negativa de la humanidad, pero no es del todo así.

El trabajo tiene un carácter paradójico puesto que, como acabos de decir, disfruta de las oscuras características humanas, pero lo hace con cierto aire de disfrute. En este sentido, Altarriba huye de la moralina y de visiones cursis. Es perfectamente consciente de que todos los elementos que desgrana en la trilogía están, de un modo u otro, en la humanidad. Por esta razón, no es necesario castigar a los humanos por quienes son. El problema no está ahí. La problemática social está en la acción humana y en las consecuencias no intencionadas de ésta. Pero vayamos por partes…

En la primera de las obras “Yo, asesino” el propio autor se establece como si fuese el protagonista de la obra. Un juego interesante ya que, precisamente, es el que nos indica que Altarriba juega con elementos ontológicos de la humanidad. Además, nos lleva por los caminos tortuosos, incluso macabros, de nuestra intencionalidad. Como decimos, se juega con la posibilidad de que, cada uno de nosotros, pueda desear asesinar a otras personas o, incluso, disfrutar de la propia de la propia muerte.

En este sentido, la obra plantea (posiblemente) una especie de recuperación de algunos elementos del medievo, del romanticismo o de la modernidad. Hablamos de cierto decadentismo, elementos de esas danzas de la muerte de las que hemos hablado en otra ocasión, de ese espíritu macabro y oscuro, etc. Sin ninguna duda, estos aspectos hacen que la obra lograse ser la más exitosa de la trilogía (5 ediciones) y, además, curiosamente, enlaza con el mundo de lo académico y con el mundo del arte.

“Yo, loco” es la segunda de las obras de la trilogía. En ella se nos presenta un trabajo muy sugerente en el que se enlaza lo psicológico, los aspectos más mentales, (de ahí lo de loco) con los aspectos farmacológicos. En este sentido, se plantea una especie de crítica bastante mordaz al mundo farmacéutico y a la construcción de las enfermedades. Este aspecto, nos hace pensar que Altarriba realmente considera que las enfermedades, o una buena parte de ellas, también pueden llegar a estar construidas, tal y como plantea la historia de la medicina.

Con estos elementos, Altarriba juega para conformar una obra en la que, además, también existen tintes policiacos e, incluso, novela negra. No obstante, estos mismos aspectos se encontraban muy presentes en la “Yo, asesino”. Posiblemente, se introduce un elemento, que termina enlazando con la tercera obra de la trilogía, que es el de la consecución de poder.

En último lugar, nos encontramos con una obra en la que lo más importante es la mentira. Hemos pasado por el asesinato, por la muerte, la locura, la demencia y, ahora, caemos en las redes de la mentira. Pero ¿qué es la mentira? ¿dónde la encontramos? Altarriba identifica, en cierta manera (o, por lo menos, juega con este aspecto), la falsedad con la política. Al fin y al cabo, los políticos son la personificación del imaginario actual del gran fabulador. Altarriba, nuevamente, usa la idea de la construcción social de la realidad y emplea los entresijos del poder, de la necesidad de formar parte de un determinado grupo social y de la pretensión de escalar en la estructura social, para hablar de la perversión de la propia política y de la toma de decisiones. “Yo, mentiroso” es, sin duda, la más la obra más divertida de la trilogía, con diferencia.

Como digo, lo más interesante el trabajo Altarriba es esta intención de andar en los oscuros elementos que conforman lo humano. Estos aspectos, nos definen como malos (demonios), pero que, a su vez, hacen que la realidad pueda llegar a ser algo extraño difícil e incluso peligroso. Ahora bien, si nos damos cuenta de estos elementos, y los limitamos en nuestra actuación, entonces abriremos las puertas de aquello que la sociedad entiende como bueno e, incluso, santo.

Comenzamos por unos humanos que podrían, perfectamente, llegar a matar a aquella persona que consideran enemigo o, incluso, a aquello que, de un modo u otro, nos resulta atractivo. Pasamos, después, a unos humanos que están enloquecidos y que, en cierta manera, se terminan situando en una especie de muerte social. Para finalmente, irnos a la obsesión por el poder a la obsesión por medrar sin importen nada más.

Página interior de Yo, loco

Por otro lado, el trabajo de Keko es sumamente interesante porque juega con ese impacto necesario en unas obras tan directas, adultas e, en ocasiones, oscuras. Keko estructura su narración en base al uso de los negros, de las sombras… En este sentido, el creador logra hacer una narración visual muy pero que muy adulta. Recordemos que la obra ahonda en lo oscuro de la humanidad, y el trabajo de Keko, realmente, logra espectacularmente aportar un contexto visual imprescindible para ello. De hecho, el resultado es sorprendente.

En alguna de las imágenes de, por ejemplo, “Yo, loco” (cuando el protagonista está solo en la ciudad o en un paraje natural) impacta la construcción de los ambientes. Además, resultan sobrecogedoras las expresiones, las caras o los ojos. Es un trabajo realmente soberbio. No obstante, el uso del verde en la tercera obra resulta, en alguna viñeta, un tanto extraño.

En definitiva, hoy hemos querido pasar por esa impresionante trilogía que siempre es necesario recordarla. La tenemos a nuestra disposición en la editorial Norma. En muchos sentidos, este trabajo es esencial y necesario para todas aquellas personas interesadas en el producto español y en las obras de calidad.

Por Juan R. Coca