Chomón. El mago de la luz parece ser una especie de reivindicación. Un intento por mostrar como en nuestros lares se pueden llegar a realizar un trabajo puntero e innovador. Todo ello desde un marcado acento en la humildad. Quiero decir con esto, que la obra no es un trabajo exhaustivo de constatación de la realidad histórica. La obra guionizada por Queco Ágreda pretende mostrar el carácter de un creador turolense de efectos especiales.

La utilización de un personaje, en principio, de segunda fila, resulta especialmente interesante por el desconocimiento general sobre él. Esto puede ser un riesgo comercial, ya que el público podría no sentirse suficientemente atraído por este mago de la luz. Sin embargo, GP Ediciones ha apostado sabiamente por una obra de estas características. Un trabajo que nos muestra la capacidad técnica de Chomón y su éxito (silencioso) en el mundo del cine.

Estamos, entonces, ante una obra que se sitúa en el margen. En el silencio de las personas que son imprescindibles, pero que apenas son reconocidas. Silencio que, además, también estaba presente en el mundo de Chomón. Pues bien, entre este silencio Ágreda y Morote pretenden hacer ruido y recuperar la capacidad artística y técnica de uno de los grandes creadores de finales del XIX y principios del XX.

La estructura formal de la obra es sencilla y minimalista. Esto le podría aportar un aura intimista a la obra ganando en intensidad narrativa. De hecho, esta estrategia tiene la virtud de centrar al lector en los personajes, en sus emociones y en sus acciones. El inconveniente que puede tener es que, en ocasiones, resulta un tanto fría y distante. Es decir, Roberto Morote logra desarrollar una narración creíble y realista, aunque un tanto distante, lo que le genera cierta pérdida de intensidad a la obra. Tanto es así que cuando se nos muestran el coqueteo y el romance, la narración no termina de funcionar resultando demasiado descriptiva. Ahora bien, Morote emplea otro elemento especial: el bosquejo. La estructura narrativa es abierta e indeterminada, esto le aporta vivacidad y frescura, logrando sortear la frialdad con la que nos toparemos en ocasiones. El resultado final es dulce, sencillo y contrastado.

En definitiva, estamos antes una obra pensada para un público adulto y repleta de contrastes. Un trabajo que nos muestra que todavía tenemos entre nuestra historia un buen número de personajes por descubrir. No la dejéis escapar.

Por Juan R. Coca